Nuestro cerebro está constantemente en búsqueda de ahorrar energía. No es para menos. Se trata de tan solo el 2% de nuestro peso corporal, pero requiere el 20% de la energía y el 25% del oxígeno para funcionar. Así, ahorrar energía, es más que un fin práctico, se trata de una cuestión de supervivencia.

Tomar decisiones es un proceso que, como cualquier otro, requiere energía. Por eso es importante convertirlo en uno que sea eficiente y rápido. De lo contrario, no solo vamos a requerir enormes cantidades de energía, sino que además, nos arriesgamos a sufrir algo llamado “parálisis por análisis”.

 

Las tres barreras mentales

 

La pregunta, entonces, es: ¿cómo puede nuestro cerebro conciliar su necesidad de tomar decisiones rápidas (para ahorrar energía) ante la posibilidad de tener información que le podría ayudar a tomar mejores decisiones y el miedo a tomar la equivocada?

Nuestro cerebro tiene su propio sistema de contingencia. Hay tres barreras mentales en la toma de decisiones:

No podemos procesar toda la información que nos brinda el mundo:

 

Piensa en toda la información que tenemos que procesar a cada momento, es como tener dos entradas de video de alta resolución  (la vista) y una fuente de audio constante (el oído). Luego está todo lo el resto de sentidos puede decirte: la temperatura, presión, aromas, sabores, etc.

Y no dejes atrás otros estímulos internos, tanto fisiológicos (hambre, sed, cansancio, etc.) como psicológicos (estado de ánimo, sentimientos y pensamientos).

Procesar conscientemente toda esta información no es posible, entonces el cerebro crea un filtro (que funciona a nivel inconsciente) en el que únicamente le presta atención a un par de estímulos a la vez.

De esta forma podemos tomar decisiones, considerando sólo algunas de la innumerable cantidad de variables.

Solo podemos tomar decisiones basadas en el aquí y el ahora

 

Nuestra capacidad de análisis predictivo es limitada. Podemos intentar adelantarnos a construir escenarios futuros de acuerdo a las decisiones que tomamos en el momento, pero es imposible saberlo con certeza o conocer todos y cada uno de esos escenarios.

Pero el cerebro no puede predecir el futuro. De hecho, aunque considere algunas consecuencias, no tendrá la capacidad de medirlas todas y esto limita las opciones. Otro proceso que ocurre de forma inconsciente.

No podemos trabajar todas las consecuencias de cada decisión

 

Intenta imaginar qué pasaría si por cada decisión que debes tomar hicieras una lista de pros y contras.

Tu reloj despertador activa la alarma en la mañana, ¿cuáles son los pros y contra de detener la alarma? ¿cuáles los de dejar que siga sonando?. Ahora que ya despertaste, ¿cuáles son los pros y contras de levantarte? ¿cuáles son las de volverte a dormir?

Y así, podrías seguir preguntándote lo mismo por cada actividad: lavarte los dientes, bañarte, usar zapatos, desayunar, ir a trabajar…

En realidad no podrías realizar los cálculos que se requieren para, por ejemplo, pedir una pizza, con miles de opciones entre tipos de masa, salsas, ingredientes. Sería una cadena de análisis sin fin. Para eso nuestro cerebro utiliza atajos, decisiones rápidas basadas en hábitos o experiencias, se les conocen como marcadores somáticos.